Muerte, resurrección, encuentro, envío
El viacrucis por la Vía Dolorosa a través de zocos llenos de comercios cerrados nos ha conducido al día. Tinieblas, sombras, luz. A las 6.00 estábamos en la Flagelación para cargar la cruz y seguir hasta la Anástasis. Tres coptos cubiertos con mantos de un llamativo amarillo han contemplado nuestras últimas tres estaciones.
Coptos etíopes catolicísimos. No tienen altar en la basílica, pues se la arrebataron sus hermanos egipcios. Era el de detrás del edículo del Sepulcro. Viven en cuchitriles, construidos aprovechando las ruinas del claustro de los canónigos regulares que custodiaban la iglesia cruzada. Viven o mueren. Son capaces de morir al sol con tal de no estar lejos del lugar de la sepultura y de la resurrección de su Señor. Me conmueven. Viven de la oración y de las limosnas. Al equipo de Pueblo de Dios la ha salido un pertinaz e impertinente competidor: un fotógrafo profesional...
Y luego al Pozo de Jacob, a Nablus, con la samaritana y el monje ortodoxo Justino. Ha terminado una iglesia iniciada a principios del siglo pasado. Bajo su presbiterio, el brocal del pozo. El monje celebra los misterios, planifica edificios, pinta frescos e iconos. Tiene tienda y en ella he comprado los detalles para mi madre y mi hermana. Son muy ortodoxos. Creo que les gustarán. Yo los pondría en mi casa. Después a celebrar la sagrada eucaristía a Emaús. Camino de Emaús, la guerra. Nos hemos encontrado entre dos fuegos. Unos jovencitos palestinos con cócteles explosivos y otros jovencitos israelíes cargando sus metralletas. Con el obligado desvío hemos llegado a Ram Hallah. Cómo crece con la autonomía palestina. Una turbamulta de niños y niñas sale de las escuelas. Es difícil no atropellar a alguien.
Ya estamos en Emaús. Tras muchas vueltas, a misa. José Luis nos preside. A la salida un seráfico hermano Francisco, de más de 80 años, nos a saludado, recordándonos dos cuestiones de fundamento. Más de veinte años estuvo en el Amazonas haciendo hijos de Dios. Genial. Eso es lo fundamental en la misión. Además, nos recordó que hay que pedir mucho por el Papa. No se hablé más: Pater Noster. Como los de Emaús, nos volvemos a Jerusalén, llenitos de alegría.
La tarde es de reposo, de zoquear, de zumear, de regatear. Hablo con mi equipo de Cope. De ellos ha dependido que pudiese peregrinar. Unas declaraciones para Pueblo de Dios. La cena. Una siesta y, a la 1.00, la vuelta a Galilea. Ay, no. A España, a Zaragoza. Sólo me queda algo por hacer y quiero hacerlo. Me lo concederá el Señor? Mi Señor es generoso.
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