¿Barroco?


Sí, barroco. Muchos místicos amanerados de nuestra época, han cargado, como nuevos racionalistas, contra este estilo tan nuestro (y, en ese sentido, podemos decir tan católico). Prefieren la piedra del románico, que, por otra parte, nunca se vió. Y quieren imponernos su opinión como la única posible. Me resisto. A mí el barroco me ayuda. ¡Cómo entendió Gombrich el espíritu de estas obras y de estos autores! Así se expresaba:

"Arquitectos, pintores y escultores eran llamados para que transformaran las iglesias en grandes representaciones cuyo esplendor y aspecto casi obligaban a tomar una determinación. No son tanto los detalles lo que en esos interiores importa como el efecto general del conjunto. No podemos esperar comprenderlos, o juzgarlos rectamente, si no contemplándolos como marco para el ritual espléndido de la Iglesia romana, tal como lo hemos visto durante la misa mayor, cuando las velas se hallan encendidas en el altar, el aroma del incienso invade las naves y los acordes del órgano y del coro nos transportan a un mundo distinto" (A Story of Art, p. 437).

Y en otro sitio:

"Nada es normal o natural en una iglesia semejante, ni quiere serlo. Se propone proporcionarnos una idea anticipada del Paraíso, que acaso no corresponda a la de todos y cada cual; pero cuando uno se halla en medio de todo esto, lo que nos rodea hace imposible cualquier interrogación: nos sentimos como en un mundo en el que nuestras normas y juicios carecen de aplicación" (A Story of Art, p. 433).

Sí.

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