Luz de Belén (II)


La Navidad es muy grande. Tanto es así, que nuestra liturgia -liturgia de siglos- nos propone cuatro formularios distintos para la celebración del Santo Sacrificio de la Eucaristía: "Misa vespertina de la vigilia", "Misa de medianoche" (llamada entre nosotros "del gallo"), "Misa de la aurora" y "Misa del día". Cada una de ellas presenta una riqueza bíblica y eucológica sólo comparable a la de las otras dos Pascuas. En la parroquia donde paso este día, me han encomendado que celebre, a las ocho de la tarde, la "Misa del día".

"Misa del día". La más serena en sus textos y en sus expresiones. En ella se contempla el Misterio de la Navidad (que es el Misterio de Cristo) desde los ojos contemplativos del apóstol y evangelista Juan, el "Discípulo amado". El Evangelio que presenta este formulario litúrgico es el "Prólogo" del Cuarto Evangelio. Y en él, el tema de la Luz.

Durante los cuatro meses precedentes, he dedicado buena parte de mi tiempo a la reflexión acerca de la contemplación de la belleza en un contexto de estética filosófica muy fructífero. En último término, el problema es el siguiente: la belleza es el bien captado bajo razón de forma. Forma esplendorosa que aparece. No que parece, sino que APARECE. Platón llamará a esto entusiasmo. Tomás de Aquino, splendor. Kant, reflexión en libre juego de facultades. En los tres comparece la novedad y el desinterés (no lo indolente, sino lo no interesado). En los tres aparece la cuestión de la LUZ. Quizás por eso, he vivido el Adviento pensando en la luz, escribiendo sobre la luz, rezando sobre la luz y felicitando, en el paso de la preparación a la Navidad, con un deseo de luz. Pero sigo con el tema fundamental de la estética. Tres preguntas no retóricas: ¿De dónde viene la luz?, ¿es inmanente o trascendente al hombre?; si es trascendente, ¿es un qué o un quién? Responder a estas preguntas supone, a mi juicio, coronar la reflexión filosófica y ponerse en el disparadero de la teología o renunciar a ella, renunciando, al mismo tiempo, a pensar a lo grande.

Hoy podemos decir que la Luz viene de Belén y que no es una cosa, sino una Persona. Es Jesucristo. También podemos decir en este día de reflexión y gozo que esta Luz es puramente Luz y sólo eso. Dios es infante o, lo que es lo mismo, incapaz de articular palabra. No es un límite, sino el aparecer del Misterio que lo abre todo y lo ilumina todo: la vida y la muerte. "La Palabra (hoy tan locuaz en su mudez) era la Luz verdadera". Luz que da el poder para ser hijos de Dios.

Luz y sólo Luz que vela lo que alumbra: Misterio. Aún así, con plena inteligencia, nos da todo lo necesario para reconocerla en su ocultarse. Luz que luego será Transfiguración y Resurrección. Luz que en el sumo momento kenótico de la Cruz, sin esconderse, hará aparecer a Jesucristo como el que no ve. Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Bautismo o iluminación. Epifanía. Padre e hijos. Amor y vida. Amén.

Envueltos en la Luz, recibiéndola en silencio contemplativo y transmitiéndola consciente y jubilosamente, ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

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