Hortus conclusus
No está nada mal hablar de un determinado Hortus conclusus en otro determinado Hortus conclusus. Este segundo es el mío y el vuestro (que para eso nació y para eso sigue caminando a trancas y a barrancas). El primero es el de un arquitecto, nacido para este mundo en la Suiza, allá por el año de 1943. Su nombre es Peter Zumthor. Y debe ser algo conocido en la esfera de la arquitectura, bien sea concebida como ejercicio utilitarista, bien como ejercicio artístico. Aunque, bien pensado, en ambos casos se trata de una diaconía que beneficia -así, en principio- al humano género, que necesita para vivir y habitar tanto de deleites, como de facilidades.
Zumthor, el Basiliense, va a construir un pabellón temporal en los Kensington Gardens de Londres. Y su idea es la de crear un hortus conclusus. Quiere ofrecer un espacio para la contemplación: "un jardín dentro de un jardín", ha dicho a un reportero del The Independent. Para acceder hasta el huerto (sí, huerto, ¿por qué no?), ha pensado en un tunel oscuro que culmine en el espacio de luz y de vida. El arquitecto ofrece "una experiencia intensa y memorable". Y todo, sin renunciar al minimalismo.
Y ahora la pregunta: ¿En qué se parece el Hortus conclusus de Zumthor al mío y vuestro? Desde luego, la idea es idéntica. Difieren los materiales: en el caso del basiliense, madera con un recubrimiento negro y flores -además de la necesaria e inabstraible atmósfera-. En el nuestro, la inmarcesible red y la palabra, con alguna imagen. Claro, que si la idea es la misma, ¿quién es el que la parió? Pues ni él ni yo. Se trata de una idea presente en la tradición griego-romano-cristiana propia de Europa.
El hortus conclusus es un tópico de la cultura en la que vivimos y, sobre todo, habla del interior del ser humano, del alma. Esa alma que descubrieron los pitagóricos, intentaron liberar los órficos, sistematizó Aristóteles y fue conocida en su principio y en su fin por los cristianos. Lo más interior a nosotros, pura belleza, fruto de la siembra de los dones del Espíritu. Dones y frutos. Virtud en el más genuino sentido de la palabra.
Hortus conclusus es por antonomasia la Virgen Madre. ¿Un hierro de madera? No la novedad creadora del que, siendo Uno, es Inteligencia, Palabra y Vida.
N.B. Si he conocido esta noticia, no es por mi de todos conocidos afán lector de la prensa británica, sino por un detalle de mi amiga María que siempre anda pensando en los demás y enviando el detalle más oportuno y sin que se note. Gracias.
N.B. 2. Si el Hortus conclusus de Zumthor es temporal; el nuestro, el de cada uno, es inmortal y está llamado ha integrarse en un Hortus conclusus definitivo.
Hortus conclusus llamado a integrarse en un Hortus conclusus definitivo, tunel que culmine en un espacio de luz y vida. ¡Cómo me gustan estos artículos tuyos tan intimistas!. Me alegra que sigas poniendo plantas en tu hortus. Estoy nuy espesica y que malica me puse en la vuelta del miércoles a casa. Ya te lo contaré. Sigue viviendo, observando, rezando y amando para que luego lo plasmes en tu Hortus conclusus y lo podamos disfrutar todos.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Carmen. Ya sabes que un blog se alimenta de los comentarios y tú eres la más grande comentadora de este. Por eso, gracias. A mi la "espesez" del miércoles se me pasó. Lamento que lo pasases mal. Un abrazo para los cuatro!!!
ResponderEliminarTendrás que estar atento a un texto de una revista que conoces... 06.
ResponderEliminarPero lo que he leído sobre él es bastante interesante.
Un abrazo,
Iñigo
Iñigo!!! Cada vez eres menos anónimo, JAJAJAJA. Estoy esperando ese número 6, para realizar unas "revisiones". En todo caso, gracias por pasar, comentar y, sobre todo, que disfrutes de tu quincena de vacaciones. Un abrazo. Por cierto, mañana es san Íñigo. Intentaré llamarte, si no lo consigo, pues confórmate con un SMS. Será cosa de cobertura.
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