Ecce venio


El comienzo ha sido intenso. 2 días que han supuesto 15 horas de clase. Sin piedad y sin anestesia. Los panoramas que se abren son vastos y suaves. Pero esta es, tan sólo, una visión desde la lejanía. Seguro que hay colinas, poyos, cumbres, sierras y cordilleras. También lagos en los que descansar.

El último tramo del mes de agosto ha sido feliz. Reencuentro y descubrimiento. Conversaciones con vida. Problemas y soluciones. Abismos y cumbres de fe. Feliz.

En el cuaderno de notas, historias. Historias, pensamientos y reflexiones. ¿Nostalgia? Deseo de Dios y de su gloria. "No robar ni una milésima de gloria a Dios" -decía Gemma. Con este pensamiento he releido algunos textos fundamentales para el amante de la liturgia. De la única litúrgia: la católica (por si acaso). El Année Liturgique de Dom Guéranger, el Liber Sacramentorum del Beato Schuster y, por fin, el Das Jahr des Heiles de Pius Parsch. Hay buenas traducciones al español. Su lectura abre el tesoro más grande y más dilapidado de la historia. Sin ánimo de hacer arqueología, un día de estos os contaré mis impresiones... y mostraré mi agradecimiento a Benedicto XVI.

También he estado escuchando y pensando obsesivamente sobre la llamada Sinfonía de los Mil o Sinfonía nº 8 de Mahler (1910).
¿De los mil? Sí. Mahler previó para su ejecución 850 cantantes y 171 instrumentistas. El genio consigue conjugar (y todavía no me lo explico) realidades tan diversas como el himno Veni Creator y la escena final del Fausto de Goethe. Me pregunto si sabía lo que estaba haciendo o lo que quería hacer. Me pregunto si fue guiado por la inspiración que abre la contemplación a la producción. Me pregunto si consiguió... Me pregunto muchas cosas y lo haré en voz alta, esperando respuesta.

Gracias por entrar y quedaros.

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