De purísima y oro...


Ayer accedí al altar revestido de "purísima y oro". Esta expresión propia del toreo nos recuerda, una vez más, el alma católica de nuestro país. No voy a entrar en este tema tan actual. Simplemente, antes de seguir, me gustaría señalar que España sin identidad católica es España desalmada. (Soy incorregible, ¡ya he entrado!).
Así, subí al altar de ese pequeño cenobio zaragozano bajo el título de San Benito. 19 monjas. Ancianas. Alegres. Cultas. Sencillas. Enamoradas. Detallistas. Al azul y al oro, se añadió el incienso. La piedra ya estaba allí. Celebré la Sagrada Liturgia con regusto de cielo. Sabiendo que lo que allí hacíamos no era para nadie que, admirado, pudiese pagarnos inmediatamente con timbres humanos. No, lo hacíamos para el mejor pagador. Para el que paga con alegría por eternidad de eternidades.
Sobre algo así, se construyó Europa. Y, mientras cantaban el Kyrie IX, yo veía cómo la Virgen, Cum Iubilo, mecía al Niño. Por algo así, Europa vivió en paz. Por algo así, el Mundo... Por algo así.

PS: La foto no es del Monasterio de San Benito, es de la Abadía de Subiaco.

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