Tregua


Cuando necesito una tregua, sé lo que tengo que hacer. Busco la compañía sin nombre y abro el viejo libro de negras tapas. Un libro que ofrece palabras escritas para que en los labios de un ser humano cobren vida y se hagan canto.
El libro es una herencia perseguida desde hace años. Me lo dio Piera al morir. Pero él ya lo había recibido antes. Una línea ininterrumpida atraviesa desde la escondida sinagoga hasta el cosmopolitismo de nuestra época. Lo románico y lo barroco... El libro, primero pergamino y ahora papel nunca ha muerto. Sí, ha habido insensatos que han querido quemarlo o cortar lo sobrante. No han podido.
El libro es para usarlo y de ahí su nombre. Siempre sorprende. Una página nueva para cada día. Cuando bajas a su fondo te revela algunos secretos. No te plantea acertijos que requieran de técnica, te invita a cantar en y ante el Misterio. Iniciación, sí. Por eso, hace falta ritualizar su uso. Hace falta luz y penumbra para abrirlo. También, soledad y compañía. Hace falta conocer la dedicatoria que su autor hizo, pues es la llave para acceder a él.
Todos los días necesito una tregua.

Comentarios

Entradas populares