Hilarriak versus Dies Irae
Hace unos meses, el 22 de octubre, gracias a la generosidad de una buena amiga, pude asistir a un Concierto Homenaje a Oteiza en el centenario de su nacimiento. Tuvo lugar en Baluarte. Me gustó. Nunca había oído en vivo a la Sinfónica de Navarra y, sí, me gustó. Podría comentar contigo muchas cosas. Sólo voy a poder perderme en una de ellas. Me refiero a la segunda y última de las obras de la primera parte del concierto: Hilarriak (2002-2003) del compositor Ramón Lazkano (San Sebastian, 1968). Tremenda. Tremenda como el Tremens factus sum ego del Libera me, Domine. Hilarriak significa "estelas funerarias" y el mismo autor señala que en su "imaginario apelan a una materialidad casi bruta". Después de escuchar las cuatro partes de la obra (Horia, Urdina, Beltza y Muskerra), yo diría que Lazkano describe la crudeza del morir del existencialmente muerto. El morir de aquel que se acerca a la muerte y le da la última palabra. O, por lo menos, de aquel que muere con la inseguridad sobrecogida del que desconfía en lo que es verdaderamente último: el vivir.
Me gustó mucho Hilarriak. Musicalmente, tiene una fuerza, una técnica y una vistosidad poco habitual en las obras de compositores actuales. Lazkano domina la orquesta. Cuando salió al escenario, ¡estaba allí!, le aplaudí y le hubiera aplaudido más. Y con la misma fuerza, con la misma confianza e intimidad, me habría gustado conversar con él. Le habría dicho que morir es vivir. Que la muerte se incribe en la vida. Que antes y después de morir hay vida. Que muerte es palabra penúltima. Que vida es palabra primera y última. Que muriendo se vive.
Para entender esto, quiero proponeros como punto de contraste la secuencia medieval Dies Irae de la Misa de Difuntos. De algún modo, esta melodía está presente en el cantar de la segunda parte de Hilarriak, Urdina. Pero Dies Irae deja otro sabor de boca. Es tremenda, lo es. Pero ayuda a morir como quien vive. Dejaremos el análisis musical de las dos obras para otro momento Simplemente os propongo, con la ayuda de la música, mirar a la muerte y a la vida. ¿Para qué? Para tomar partido.
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