Morir


No he desertado. No. Más bien he sido sometido a dos exilios. El primero ha sido obligado y se repite dos veces al año. El segundo ha sido autodecidido, pero ya lo he roto. Los resultados de ambos han sido positivos. No obstante, la entrada de hoy no es una autojustificación ni su tema es el ubi sunt.

La muerte. El Libro de la Sabiduría fue abierto con la ritualidad propia del domingo y habló. Lo hizo con claridad pero muchos no se enteraron. La respuesta más probada no resonó en aquel momento. Nos perdimos en la exposición poco y mal literaria de esos pares entre los que parece que nos movemos: desobediencia y obediencia; pecado y gracia; muerte y vida. En definitiva, Adán y Cristo.

Hoy, nada más levantar, tras una noche de canícula, me he ido a mi libro de respuestas. La he buscado y la he encontrado: Exaltabo te, Domine, quoniam suscepisti me: nec delectasti in inimicos meos super me. Domine Deus meus, clamavi ad te et sanasti me: Domine , abstraxisti ab inferis animam meam , salvasti me a descendentibus in lacum.

Un tono tercero con unos melismas largos e intensos, recurrentes. Es decir: "Señór, ya sé que no inventaste la muerte, ya sé que no es cosa tuya. Lo sé, pero si Tú no me agarras del brazo, no tengo fuerzas para escapar de ella. No tengo fuerzas para hacerle frente". La descripción de la caída en el "lacum" es conmovedora. El descenso parte de un "re" sobre agudo, rápidamente llega al "fa" e intenta volver a la altura. Llega, pero el "pondus" sigue tirando hacia abajo. En el último momento, el alma vuelve a la superficie. Un grito desgarrador. La repercussio sobre el "do" es como la respiración que se acaba para siempre. Después, la caída suave pero terrible hasta el fondo. Pero no acaba ahí. Con vitalidad, el alma rescatada asciende al tiempo que canta al Señor Resucitado y Resucitador. Ahí está la última palabra, que, como sabemos, es AMÉN.

Este gradual muestra a la perfección el ethos del tono deuterus auténtico, del tono III. Es el más misterioso de los tonos. Es místico y relativo a los misterios religiosos. Ardoroso y contemplativo. También, expresa una súplica apremiante.

Aunque no tardó en cerrarse el Lectionarium, el eco de la Sabiduría no se sofocó. La muerte no es tan "natural" como decimos. Sólo puede comprenderse desde el "observatorio" de la fe religiosa. Por eso, el que no sea un poco místico ante ella será un desgraciado. No sólo aquí.

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