¿Qué es la economía?


Hoy por hoy, la pregunta por la economía dista mucho de ser respondida con solvencia. Los escasos anarquistas que quedan dicen que es la compra del barril de güisqui que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene. Los pocos marxistas confesos y militantes que podemos encontrar afirman que es la ciencia que estudia las relaciones sociales de producción. ¿Qué diremos de los liberales? Mejor dejarlo estar. No obstante, parece pertinente mostrar que todos los que se han preguntado por el sentido de esta dichosa palabra han encontrado una clara dimensión comunicativa. Es decir, de intercambio de bienes tanto materiales como intangibles entre personas.

Esta pregunta que hoy me hago sobre la definición de economía tiene su razón: ayer se inauguró en Barcelona un algo que lleva por nombre Foro Europeo de Industrias Culturales (FEIC) y que dará paso a la reunión de los ministros de cultura de la Unión Europea (UE) del próximo miércoles. A Industrias culturales añaden y creativas. Todavía más difícil. Parece que se trata de una actividad que integra bines culturales de cualquier especie (tradiciones, objetos), favoreciendo su conservación y difusión. Algunos ejemplos son el turismo cultural, los ciclos artísticos, los museos, las editoriales y las productoras de cine y música. Y los mantecados de mi pueblo, ¿por qué no?

Al considerar estas definiciones hay algo que no cuadra: parece que en la práctica este tipo de industria no se diferencia tanto de una cadena de montaje de, por ejemplo, Opel en Figueruelas. Parece que el acento no se pone tanto en lo cultural como en lo productivo. Esa es la impresión que queda tras enterarse de las líneas de trabajo que se van a desarrollar en el FEIC. Financiación, profesionalización, internacionalización, propiedad intelectual y gestión de derechos y desarrollo territorial. La solución del enigma la ha querido dar Odile Quentin, Directora General para la Educación y la Cultura en la Comisión Europea, quien ha declarado que "tras la crisis social y económica, Europa tiene que encontrar otra forma de desarrollo más solidaria y sostenible. Las industrias culturales pueden jugar este papel". Y han aportado datos. En la UE la cultura genera cinco millones de empleos y el 2,6 por ciento del producto interior bruto. Con estos datos justifican la iniciativa de presentar a mediados del próximo mes el "Libro Verde" de la industria cultural.

Pero hay más. Hay muchos que piensan -entre ellos, tres infiltrados en el Foro que de forma discreta van grabando las intervenciones oficiales para luego comentarlas desde internet- que los que se han reunido en la Casa Llotja de Barcelona son los de siempre: políticos interesados en perpetuarse en su sillón, empresarios sin moral prontos a enriquecerse y representantes de los oscuros lobbies que controlan todo. Piensan y dicen que el librito verde es un manual de adoctrinamiento salvaje. Para estos - ¿marginales o soñadores?- la cultura es un bien universal que no debe someterse a las restricciones de la propiedad intelectual, por ejemplo. Estas tesis son ampliamente compartidas por una sociedad como la española que rabia ante el constante acoso de la Sociedad General de Autores (SGAE) y ante la ya tradicional subvención del cine por parte del Gobierno. Subvención que tiene, en ocasiones, como contrapartida la actuación coral y sonriente de cineastas y actores en la difusión de la ideología de nuestro Presidente.

Sigo con mis dudas. ¿Qué es la economía?, ¿hay una industria de la cultura?, ¿quiénes y con qué intereses la controlan?, ¿quiénes son los grandes beneficiados? A pesar de todo, tengo para mí que la cultura es cultura y que cuando la se intenta colocar entre las medidas concretas para solucionar los problemas sistémicos o coyunturales de la economía se pervierte de tal modo que pasa a ser instrumento de poder y manipulación. Quizás por eso, mi recomendación es clara: cuidado, hombres y mujeres de la cultura, no os arriméis mucho al poder. Sí, ya sé que pensáis que podéis hacer mucho bien. Pero recordad la historia del sabio Séneca y del tirano Nerón. El primero acabó suicidándose. El segundo pegó fuego a la ciudad.




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