Olvido


Siempre había asociado la palabra olvido al mundo de la música. La canción del olvido, una gran zarzuela del Maestro Serrano, con una de las primeras melodías de las que tengo recuerdo. Olvido, el nombre de pila de la genial y estrambótica Alaska. Con ella y con mil campanas sonando en el corazón, crecimos los de mi época. El Monte del Olvido, aquel en el que están clavadas las Dos cruces de las que cantaba Antonio Molina y Los Panchos y El Consorcio y... Desde luego, un bolero excepcional, el que compuso Carmelo Larrea.

Pero si el olvido está presente en la música, es porque está presente en la vida. No me refiero a ese olvido de los políticos. Sí, ese que caracteriza a los gobiernos. Sí, ese que critica la oposición. Claro, olvido del gobierno que sea y afán por recordar de la oposición que sea. No hay más que mirar a la historia más reciente de España. Me refiero al olvido del día a día.

Olvidos de los olvidadizos. De aquellos que sabemos que nunca van a llegar porque siempre se olvidan de la cita. Olvidos de los que, habiendo recorrido ya un largo trecho, van cayendo en el abismo de la inconsciencia. De los que llaman madre a su hija o hermana a su mujer. Sí, ese olvido del Alzheimer. O ese otro de los que recluyen a sus mayores olvidadizos en residencias de lujo en las que olvidarlos. Es triste el olvido de los que esperan.

Olvido de Haití. Sí, el terremoto fue este año: el 12 de enero de 2010. Pero, poco a poco, el eco mediático se fue apagando, como ya pasó con el huracán Mitch de 1998 y con el tsunami de 2004. Ha sido tan grande el olvido, como la conmoción inicial. Pero hay que entenderlo: tenemos un límite. Al menos, eso dicen los psicólogos. No podemos hacer frente a tantas situaciones negativas y tenemos que defendernos. Quizás por eso, del terremoto de Chile - sí, el del sábado pasado-, casi no hemos hablado.

El olvido es muy humano, pero conozco a muchos que no se olvidan y, por eso, son capaces de pedir perdón y dar gracias. Son los mejores. Y eso, gracias a los recuerdos, como aquellos a los que cantaba Lorenzo Santamaría en su Para que no me olvides. Por cierto, fue su mayor éxito. Allá por el 76.




Comentarios

  1. Para que no me olvides y me recuerdes cuanto estés lejos...cuantas veces se la oí cantar a mi padre. Y ahora hay veces que ni siquiera recuerda mi nombre...
    Me ha gustado mucho tu texto. Sobre todo tu homenaje a los que no olvidan.
    Al recordarlo me has hecho senitr nostalgia y melancolía.
    También me has recordado mi parte olvidadiza, soy de las que se olvidan de a que han ido a la cocina. Ojala fuera ese el peor de mis olvidos...

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  3. Hola, María. He eliminado un mensaje tuyo, pues era "repe". Me alegra que mis palabras te hayan ayudado a sentir el recuerdo de algunas de tus mejores emociones y vivencias. No siempre la nostalgia es mala. Seguro que sabes aprovecharla, porque eres de esas personas que saben, pueden y quieren pedir perdón y dar gracias. Sí, eso creo.
    Un saludo cordial

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