Cerca de la Ciudad Santa, Belén


Nuevo día. Dedicado a la infancia del Señor. Me hubiese quedado en Ain Karem, en el Santuario de la Visitación. Ay. Magnificat. Este es mi sitio. La mañana es húmeda y brumosa, aunque poco a poco triunfa un espléndido sol. María, tras visitar el lugar de nacimiento del Bautista, nos invita al café. A Corpus, al zumo. Margarita se prenda de las cucharillitas de plástico que la sonriente hospedera nos ofrece. Se lleva media docena. 

Belén nos conmueve tras el Ángelus. He pasado por la puerta, me he postrado en la gruta, he visto la estrella. Hic. He adorado. Aquí nació Jesús, de María. La pátina ortodoxa es el vestido más adecuado para no desvelar el misterio. Tras una visita a una iglesita rupestre, la Gruta de la Leche, hemos ido al Campo de los Pastores. En la cueva, el padre Ricardo ha presidido la misa. De Nativitate Domini, ha sido. Y hemos besado al Niño. En la basílica una emocionada soprano estadounidense se ha unido a nuestro canto: ¡¡¡gloria!!!

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