Témporas (o Quatuor Temporum)


Había anunciado mi propósito de escribir sobre el Año Cristiano. La razón se encuentra en el impacto que me ha provocado la lectura de una serie de obras fundantes del llamado Movimiento Litúrgico. Hoy, y sin más demora, voy a hacerlo (aunque tendría que estar estudiando las definiciones de "belleza" que Kant propone en su Crítica del Juicio).

5 de octubre. Tan sólo un reflejo de lo que en otro tiempo fueron las Cuatro Témporas del Año. Una institución litúrgica antigua y venerable que fue podada por viñadores sin maestría en la década de 1970 del siglo pasado y que, desgraciadamente, no ha vuelto a dar frutos. Un día para celebrar las recientemente llamadas "Témporas de Acción de Gracias y Petición" que, a juicio de los pastores, pueden desplegarse en tres ferias. Tres ferias que antes eran verdaderamente mayores.

Al principio se celebraban para agradecer las cosechas. La del trigo, la del vino y la del aceite. Tres dones del Señor a su Iglesia que los recoge para devolverlos a su autor en forma de Sacramento. También para ofrecer las primicias. Los cristianos no se escondían, sino que presentaban en el ofertorio de la Misa la décima parte de lo recogido, para sostener a la Iglesia en sus necesidades, a sus ministros y a los pobres del Señor. Día también para sopesar los afanes del alma, para renovar el espíritu. El hombre, preocupado por los intereses materiales, olvida frecuentemente los eternos.

De su antigüedad, sólo podemos afirmarla y decir que el papa León I dedicó varias homilías en el año 450 a glosar el sentido de estas fiestas que aunan penitencia, acción de gracias y súplica. Están recogidas en la Patrologia latina.

No tengo tiempo para agotar el tema, pero sí para decir que la pérdida ha sido grande. Ojalá en la Reforma de la Reforma se atienda a este asunto para devolver al pueblo de los santos la posibilidad de dejarse seducir por la generosidad de todo un Dios, el único verdadero y el único que no se deja ganar en liberalidad.

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