Alma mater


Es difícil entender qué es la globalización. Parece que algo tiene que ver con los medios de comunicación y con los sistemas políticos o económicos. Muchos se preguntan si acaso política e información no son lo mismo. Otros piensan que la razón del incordiante concepto es la solidaridad. Unos cuantos, entre los que me cuento, sólo aspiramos a lograr, valga la redundancia, una idea global bastante aproximada o, al menos, suficientemente aproximada. Para ello, nos fijamos en los ejemplos que la benévola actualidad nos pone por doquier para ilustrar el que lleva camino de convertirse en el enigma del siglo XXI.

Uno de esos casos es el de El Bulli y su propietario Ferran Adriá. Tras sorprendernos con la deconstrucción de la tortilla española, el einstein de los fogones nos inquietó con el anuncio del cierre de su establecimiento. Ayer, devolvió la esperanza al universo -eso piensa él- con el rizo más rizado o el círculo más cuadrado de los últimos años. Parece ser que el afamado cocinero ha decidido dejar de ser "empresa" para convertirse en "entidad sin ánimo de lucro". Lo que muchos podrían malinterpretar como una artimaña para evadirse del pago de impuestos, es una de las grandes contribuciones filantrópicas de la historia. Hasta aquí, ningún problema, pues pertenecemos a una sociedad crédula y bienintencionada.

Al mentar conceptos como "sin ánimo de lucro" o "filantropía" pensamos fácilmente en comedores sociales, casas de ámparo, refugios para transeúntes o especies similares. Pero, no. En este caso no estamos hablando de realidades tan vulgares: ¡la nuestra es una entidad benéfica con estrellas Michelín! Entonces, ¿qué? Adriá quiere fusionar el saber con el gusto y, al mismo tiempo, mitigar a base de subvenciones los costes altos de la ingeniería culinaria de última generación. Lo suyo -un chiringuito promocionado- se va a convertir en la universidad del gustar. Visto que la globalización preconizada por el plan Bolonia no termina de resultar, a nuestro genial y condecorado cocinillas se le ha ocurrido unir a Catalunya (sic), Espanya (sic), Europa y el Mundo en una mesa bien guarnecida, rica de suculentos platos. Algo así sí que merece plenamente el calificativo de Alma mater -madre nutricia- y no la Universidad que tantas veces ha cortado la digestión de sus hijastros con sus armas y amenazas examinatorias.

Adriá ha demostrado que la única alianza global entre civilizaciones es la que se da entre el saber y el comer. El desarrollo de esta intuición otorga un nuevo y más abarcante significado a la sentencia filosófica con la que Descartes introdujo, sin saberlo, a Europa y Occidente en la Modernidad. Si el bigotudo y bien cubierto francés descansó cuando dijo "cogito, ergo sum" o, lo que es lo mismo, "pienso luego existo"; ahora, con el sabio de El Bulli, hemos descubierto que ese "pienso" no es una forma del verbo "pensar" sino del "piensar". Esto, sin lugar a duda, es una referencia velada al "pienso" con el que los animales aseguran su subsistencia durante algunos cuantos años. Y, acaso el hombre, ¿no es un animal? En El Bulli, se aprenderá a "piensar". Esta nueva universidad será -lo ha dicho- "un nuevo espacio global y revolucionario donde la cocina cambiará pareceres con otras disciplinas como la arquitectura". Un lugar de donde, en diálogo con toda la creatividad humana, "la gente saldrá con la idea de que la cocina lo es todo". Me imagino que, en tan preclara institución, habrá cátedras que ocupen indiscutidos benefactores de la humanidad como, por ejemplo, alguno de los mejores sumilleres del momento.

Con ejemplos como este. Con intuiciones tan sabias, entrevemos un poco mejor qué es la globalización.

P. S. : ¡Dios nos libre!

Comentarios

  1. Lo mejor de todo tu artículo, es que me has abierto el apetito. Y me has hecho recordar algunos tours gastronómicos que hemos podido realizar juntos: La posada de la Villa, Marsella, Casa Cándido, al de Adriá no hemos ido todavía, a ver si este año puede ser. Saludos:

    Angel, Obispo electo de Jaca.

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  2. Gracias por reconocerme ese valor de despertar por la inteligencia a los estómagos. Al Bulli, ya no podremos ir, a no ser que montemos una ponencia que desvele la relación entre derecho, filosofía y fogón. Pero bueno, un obispo como Dios manda, no puede prescindir de un buen cocinero...

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