La libertad os hará verdaderos
Pues sí. Aunque no en el sentido en el que lo dice el nefasto Zapatero. Dicho esto, creo que será necesario explicarme.
Para poder decir esta controvertida sentencia, es necesario, en primer lugar, afirmar que el hombre es un ser libre, no sometido de modo definitivo a los distintos tipos de determinación y necesidad. Tras esta afirmación, y en segundo lugar, es indispensable anunciar -también, prevenir a los lectores- que este texto tiene carácter filosófico y que, aunque se quede en un mero post ensayístico de bajo calado, conlleva todas las dificultades propias del discurso de la antropología. Una precisión más (creo que será la última): la libertad en filosofía sólo puede entrar y sólo entra a partir del acontecimiento cristiano.
Dicho esto y pudiendo afirmar que Zapatero no sabe lo que significa "determinación y necesidad", desprecia profundamente lo que significa saber profundo -filosofía- y que la palabra "cristiano" le provoca urticaria, no queda otra que levantar nuevamente la voz para anunciar que nuestro primer "pansinsal" gubernativo no calculó lo que decía ni dónde se metía al pronunciar estas cinco palabras.
La verdad de lo dicho por Zapatero es media verdad. Sí: la libertad os hará verdaderos. Sí: la libertad os hará falsos. Ahí está una primera verdad completa: la libertad de elegir os hará verdaderos o falsos.
La verdad más profunda que ZP nunca olió: existe una libertad llamada trascendental que es constitutiva del ser humano. Esta libertad nos diferencia del resto de los seres vivos en cuanto que opera racionalmente. Vayamos por partes. El lince hispánico no tiene libertad para dejar de beber agua cuando tiene sed. El ser humano -hispánico o no- siente sed e inmediatamente valora si conviene beber agua o esperar (puede estar envenenada, puede no convenir porque está muy fría y estamos sudados, puede renunciar para dársela a su hijo...). Como vemos, puede dejar de hacer algo que la naturaleza le pide. ¿Por qué? Por alcanzar un bien mayor. Pero no quiero seguir por este camino.
¿Por qué la libertad nos puede hacer verdaderos o falsos? Si la realidad fuese unívoca y estuviese fijada, si no tuviesemos otra posibilidad que escoger según lo mejor, lo bueno sería lo único y lo verdadero, también. Ni siquiera necesitarían de sus nombres ni nosotros de un lenguaje. Sólo porque somos libres a radice cobra sentido la posibilidad de alcanzar la verdad y el bien: esto es un drama, pues en nuestra libertad podemos escoger el mal y la falsedad y, sin embargo, no podemos escoger la pasividad del no obrar.
Esta libertad es tan constitutiva e inherente al ser humano que sólo se entiende si pensamos desde una antropología cristiana en nuestro ser imagen de Dios. Dios nos hizo libres y no verdaderos. Porque nos hizo libres, somos capaces de amar y de ser amados: somos electores y elegibles. El camino del amor nace de la libertad y discurre por la senda de la racionalidad.
De momento terminaré metiendo un nuevo banderillazo a la soberbia laicista de nuestro ocurrente Mr. Bean nacional (¿o estatal?). Sólo en una cultura preñada de cristianismo es posible hacer esta reflexión y decir lo que él dijo. Ilustremos con un ejemplo está aseveración: la expresión más pura de una espiritualidad de corte oriental como es el budismo se llama "Zen". Un cultivador del "Zen" sólo puede aspirar a resignarse ante lo que que hay, pues no tiene en su ser nada que se llame libertad y, mucho menos, es libertad. Paralelamente, una de las expresiones más puras de la espiritualidad cristiana es el monacato y, en concreto, el "Císter". Un cisterciense vive exteriormente una experiencia muy parecida al "Zen", pero la diferencia intrínseca es inconmensurable: el seguidor de San Bernardo no se contenta con la resignación, sino que busca querer y amar lo que es voluntad de Dios. Y no es todo: queriendo lo bueno y lo verdadero es cada vez más libre. Aquí cobra sentido la expresión de los Evangelios: "La Verdad os hará libres". Amando libremente la Verdad cada vez somos más libres. Y esta libertad constitutiva humana no conoce término en su expansión: posee una capacidad irrestricta de crecimiento. No tiene término, pero si tiene fin y éste es Dios, quien le hizo creatura libre.
No sé por qué imagino que esto no interesa nada a nuestro Presidente.
Para poder decir esta controvertida sentencia, es necesario, en primer lugar, afirmar que el hombre es un ser libre, no sometido de modo definitivo a los distintos tipos de determinación y necesidad. Tras esta afirmación, y en segundo lugar, es indispensable anunciar -también, prevenir a los lectores- que este texto tiene carácter filosófico y que, aunque se quede en un mero post ensayístico de bajo calado, conlleva todas las dificultades propias del discurso de la antropología. Una precisión más (creo que será la última): la libertad en filosofía sólo puede entrar y sólo entra a partir del acontecimiento cristiano.
Dicho esto y pudiendo afirmar que Zapatero no sabe lo que significa "determinación y necesidad", desprecia profundamente lo que significa saber profundo -filosofía- y que la palabra "cristiano" le provoca urticaria, no queda otra que levantar nuevamente la voz para anunciar que nuestro primer "pansinsal" gubernativo no calculó lo que decía ni dónde se metía al pronunciar estas cinco palabras.
La verdad de lo dicho por Zapatero es media verdad. Sí: la libertad os hará verdaderos. Sí: la libertad os hará falsos. Ahí está una primera verdad completa: la libertad de elegir os hará verdaderos o falsos.
La verdad más profunda que ZP nunca olió: existe una libertad llamada trascendental que es constitutiva del ser humano. Esta libertad nos diferencia del resto de los seres vivos en cuanto que opera racionalmente. Vayamos por partes. El lince hispánico no tiene libertad para dejar de beber agua cuando tiene sed. El ser humano -hispánico o no- siente sed e inmediatamente valora si conviene beber agua o esperar (puede estar envenenada, puede no convenir porque está muy fría y estamos sudados, puede renunciar para dársela a su hijo...). Como vemos, puede dejar de hacer algo que la naturaleza le pide. ¿Por qué? Por alcanzar un bien mayor. Pero no quiero seguir por este camino.
¿Por qué la libertad nos puede hacer verdaderos o falsos? Si la realidad fuese unívoca y estuviese fijada, si no tuviesemos otra posibilidad que escoger según lo mejor, lo bueno sería lo único y lo verdadero, también. Ni siquiera necesitarían de sus nombres ni nosotros de un lenguaje. Sólo porque somos libres a radice cobra sentido la posibilidad de alcanzar la verdad y el bien: esto es un drama, pues en nuestra libertad podemos escoger el mal y la falsedad y, sin embargo, no podemos escoger la pasividad del no obrar.
Esta libertad es tan constitutiva e inherente al ser humano que sólo se entiende si pensamos desde una antropología cristiana en nuestro ser imagen de Dios. Dios nos hizo libres y no verdaderos. Porque nos hizo libres, somos capaces de amar y de ser amados: somos electores y elegibles. El camino del amor nace de la libertad y discurre por la senda de la racionalidad.
De momento terminaré metiendo un nuevo banderillazo a la soberbia laicista de nuestro ocurrente Mr. Bean nacional (¿o estatal?). Sólo en una cultura preñada de cristianismo es posible hacer esta reflexión y decir lo que él dijo. Ilustremos con un ejemplo está aseveración: la expresión más pura de una espiritualidad de corte oriental como es el budismo se llama "Zen". Un cultivador del "Zen" sólo puede aspirar a resignarse ante lo que que hay, pues no tiene en su ser nada que se llame libertad y, mucho menos, es libertad. Paralelamente, una de las expresiones más puras de la espiritualidad cristiana es el monacato y, en concreto, el "Císter". Un cisterciense vive exteriormente una experiencia muy parecida al "Zen", pero la diferencia intrínseca es inconmensurable: el seguidor de San Bernardo no se contenta con la resignación, sino que busca querer y amar lo que es voluntad de Dios. Y no es todo: queriendo lo bueno y lo verdadero es cada vez más libre. Aquí cobra sentido la expresión de los Evangelios: "La Verdad os hará libres". Amando libremente la Verdad cada vez somos más libres. Y esta libertad constitutiva humana no conoce término en su expansión: posee una capacidad irrestricta de crecimiento. No tiene término, pero si tiene fin y éste es Dios, quien le hizo creatura libre.
No sé por qué imagino que esto no interesa nada a nuestro Presidente.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJose Antonio, esto no se ha quedado en un "mero post ensayístico de bajo calado". No te excuses
ResponderEliminarPues yo creo que sí, porque me he dejado muchos argumentos en el tintero. Te agradezco que pases por aquí
ResponderEliminarMe preocupa que te puedas quedar en el ser veritativo... y no descubras el ser real...
ResponderEliminarNo te preocupes, amigo quienseas (ya lo imagino, no creas), no sólo no me quedo en el ser veritativo, sino que lo llamo, con los clásicos, ser como lo verdadero. A mi lo que me preocupa es que te hayas pasado al intelectualismo... No somos nada!!!
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarFilosofía, libertad y verdad. Posiblemente las tres palabras con más significados, conceptos y personificaciones que conozco.
Tendríamos que
pasarnos el resto de nuestras vidas debatiendo de que tipo de libertad y verdad hablamos. Libertad moral, de acción, ontológica, psicológica, de culto,
de elección, de decisión, etc, etc y etc.
La verdad... puede haber tantas verdades e interpretaciones como personas sobre la faz de la tierra.
Creo que nacemos libres y verdaderos porque al nacer no tenemos ideologías ni creencias. Conforme vamos creciendo se
nos van inculcando e induciendo, es entonces cuando dejamos de ser libres y, por lo tanto, verdaderos.
Un apunte final sobre lo que comentas del Zen. Práctico Tai Chi Zen y Zazen y puedo asegurar que si algo he conseguido con esta práctica es libertad física y mental. Claro está que no es lo mismo estás prácticas que ser un "cultivador del Zen"
Un saludo.
María, como siempre me pones en un aprieto.
ResponderEliminar¿Nacemos libres? No puedo responderte más que como creyente: nacemos libres en cuanto imagen de Dios y, al mismo tiempo, nacemos atados por un pecado. Ya sabes. Ahí cobra sentido radical el "para ser libres os liberó Cristo" paulino y en referencia al Bautismo.
¿Nacemos verdaderos? Sí, en cuanto que somos lo que somos. Sin más.
Pero no basta con una libertad como esa ni con una verdad como esa. Están llamadas a más. En ese sentido, desde la disposición ontológica se van construyendo la una a la otra.
¿Cada creencia profesada es ser menos libre y menos verdadero? Yo creo que no, la libertad radical sólo cobra sentido en cuanto que se pregunta por lo que hay y se responde. En ese sentido, cada creencia nos hace más auténticos y más comprometidos por el cuidado de los demás. Perdón, esto me ha quedado bastante heideggeriano...
Zen. Lo primero que diría es que el valor del Zen está en que es distinto a otras experiencias y, por tanto, es distinto al Císter, por ejemplo. En el mismo sentido: el Budismo es radicalmente al Cristianismo. Son inconmensurables. Creo, si no lo dijera no sería auténtico, que el Cristianismo es más verdadero, más perfecto, más divino y más humano. Me parece que el Zen se queda en un yo circunscrito a la naturaleza circundante. Al mismo tiempo, reconozco que tiene intuiciones sabias -muy sabias- y que su práctica en cuanto práctica y no en cuanto sistema de creencias puede aportar al sujeto occidental.
Por cierto, no te me hacía practicando el Zen.
Muchas gracias por pasarte y dejar tu rastro en forma de palabras.Hasta pronto