El quinto evangelio de la Galilea (y IV)
Dormido, he llegado al Tabor. Cruzado y benedictino. Franciscano. Moisés y Elías. A qué subiría aquí el Señor? Las profecías hablaban de los montes. De ellos viene el auxilio. No de los montes de los baales, de las alturas de las ciudades que no se esconden en lo alto. Tabor, Babel, Sinaí, Horeb. Hoy no es un lugar tranquilo. Está lleno de familias que celebran el sabbat comiendo en el campo. La bajada es tan zigzagueante que marea. O será nuestro conductor árabe? Tiene prisa. Yo no. Como san Pedro. Cómo lo entiendo.
Momento fuerte el de la noche del sábado, 9 de febrero, en Nazaret. Un regalo, así nos lo presentó el padre Teodoro. Un regalo de rosario o un rosario de regalo. María rezó las avemarías en nuestra lengua. Inglés, árabe, polaco, italiano, inglés. Y la lengua común, que fue puro fervor de catolicidad en la Salve Regina. Latín y árabe fueron las más bellas. Mariam, Miriam, María, en labios de los peregrinos, de los custodios franciscanos y de los cristianos de Nazaret. Pocos, jóvenes y alegres. Ashalan, Mariam, ashalan. Guardo un cabo de la candela y es hermoso.
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