Cantor, Wiesbaden y los "infinitos"


El de hoy es un título acumalativo, aunque cada extremo tiene su origen en el seminario de Filosofía de la ciencia al que he asistido esta mañana en la universidad. Pedro Ignacio, un sapientísimo doctor en Filosofía y buen amigo mío, ha disertado sobre las aportaciones filosóficas del ilustre matemático y lógico G. Cantor (1845-1918). He aquí el primer término de nuestro título.

Aunque el genio de Cantor vino a nacer en la Rusia de los zares, la formación media la recibió en el instituto de la ciudad de Wiesbaden. A ella se trasladó con su familia en una época en la que comenzaba a fraguarse lo que en unos años sería el Imperio Alemán. Wiesbaden: el segundo término de nuestro título. Yo he estado en esta ciudad. Fue en agosto de 2006. Fui con R. y L. El primero, mientras comíamos en Mainz, nos habló de una ciudad balneario. Nos encandiló con una profusa descripción de la llamada "Niza del Norte". Y allí nos fuimos. Aunque la ciudad desencantó nuestras grandes expectativas, en ella hice una fotografía que me resultó pintoresca y que hoy sirve para ilustrar mi perfil en blogger. La foto no es nada del otro mundo. Está tomada desde la azotea de un parking "inverso". Estaba lloviendo, era necesario el paraguas, se ve cómo me cortean los pantalones y, al fondo, quizás eso la salve, aparece la celebérrima "Iglesia del Mercado".

Cantor investigó, habló y escribió acerca de los infinitos. ¡No hay un infinito! -diría el lógico y matemático. Hay varios y consiguió demostrarlo. Entre los infinitos que describió hay dos que indican que Cantor, padre de la Teoría de conjuntos, fue un nuevo místico de los números: "el Infinito absoluto" y el "infinito actual por creación". Su teoría no es una teodicea y yo no pretendo dotarla de un barniz apologético. No. Pero nos ayuda a distinguir. Y aquí está el tercer término de nuestro título. El tercero y el último.

Comentarios

  1. Que gratos recuerdos me trae esa foto. Ese dia fue el que estuvimos en aquel pueblo del vino blanco. Que calle tan larga y el camino de vuelta que corto se hizo.
    Un abrazo Don Jose.

    ResponderEliminar
  2. Bienvenido a este sitio, Luis.
    La verdad es que la comida en Mainz fue "curiosa" y la carrera por la Drosselgasse de Rüdesheim gloriosa. Sobre todo, tras las vísperas en la abadía de Santa Hildegarda de Bingen (¡qué buenas las ciruelas!). El regreso a Enkirch fue tan corto como peligroso, pues la carretera, ¿recuerdas?, iba pegada al río...
    Un abrazo Don Luis

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares