Jesucristo visto por el cine. Algunas conclusiones
Fotograma de "La Pasión" (Gibson 2004)
Siempre resulta difícil escoger los parámetros sobre los que juzgar una película acerca de Jesús. Sin embargo, después de haber asistido a la proyección de estas tres películas podemos mostrar, al menos, una impresión general sobre la imagen del Señor que cada una presenta.
En primer lugar, la película de Pasolini no es una película sobre el Hijo de Dios. Podríamos decir que responde a los presupuestos de una cristología “desde abajo”. Es decir, de una “Jesuología”1. Quiere mostrar la imagen de un hombre extraordinario, de un “superhombre”. Este modo de presentar a Cristo es de corte protestante y brota de una separación radical entre lo que se ha llamado “el Jesús de la Historia” y “el Cristo de la fe”. No podemos detenernos en los pormenores de esta visión, pero sí señalar que no hace justicia a una lectura integral e integradora de los Evangelios, que, si no nos equivocamos, constituyen el fondo inspirador del guión de esta película. El Jesús de Pasolini no es el Cristo: no es el Hijo de Dios, no es Dios. Por otra parte, Pasolini incorpora a su visión excesivamente humana de Jesús presupuestos marxistas. El resultado es un Jesús alejado de los problemas humanos, centrado en sus teorías y, por ende, difícilmente creíble.
El Cristo que Gibson ofrece en su película La Pasión responde con solvencia al que ofrecen los Evangelios y la Tradición mantenida de la Iglesia Católica. Es verdad que incorpora materiales propios, pero esto no resulta un factor que altere la visión verdadera del Señor. En todo caso, constituyen recursos que intensifican la fuerte tensión dramática que caracteriza a los últimos momentos de la vida de Jesús: su Pasión. Podemos afirmar que muestran la verdadera imagen del Siervo Paciente o Sufriente que anticiparon las profecías al pueblo de Israel2. Al mismo tiempo, presenta una evidente conexión con la dimensión sacramental de la comunidad cristiana. A nadie se le ocultan las constantes referencias a la vinculación entre sacrificio de Cristo y Eucaristía. Estas dos perspectivas quedan magistralmente unidas en la escena de la lanzada. La sangre de Cristo brota como un auténtico y vigoroso manantial de su costado abierto. Sangre es signo de Eucaristía y Sacrificio. Lo uno y lo otro aportan idea de redención. Una redención universal que llega al pueblo elegido, representado por la Virgen y los discípulos de Jesús allí presentes, y a los páganos, representados por el centurión romano. Por todo ello, se puede concluir afirmando que la visión de Gibson es una visión confesante de los misterios de la fe y, además, que esta intención predomina y matiza la que se le ha atribuido de querer hacer “cine de autor”. Si el Jesús de Pasolini representaba una cristología “desde abajo”, el de Gibson constituye una verdadera cristología, también llamada “cristología desde arriba”3, pues presenta como fundamento del misterio de Cristo su divinidad.
1 Se entiende por “jesuología” el estudio de Jesús desde el punto de vista meramente histórico y humano con el propósito de despojarlo de todo contenido sobrenatural. Esta opción es propia de la exégesis protestante y de la teología liberal del siglo XIX. Hoy en día no se da, a no ser como secuela de la ideología marxista en algunas teologías de genitivo (de la liberación, de los indígenas,etc. ).
2 Cfr. , Isaías, cap. 40-55.
3 Una cristología “desde arriba” parte de la afirmación joánica de que "el Verbo se hizo carne" (Jn 1, 14). Insiste en la divinidad de Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios, que se encarna para la redención humana. Se trata de una opción más bíblica y más eclesial, propia de ortodoxos y católicos.
Muy interesantes sus conclusiones. Por cierto, el otro día tuve la oportunidad de ir al cine con unos buenos amigos y caimos en Gran Torino (C. Eastwood). Creo que nos gustó a los 3. Luego he leído críticas no tan entusiastas, pero en lo que se refiere al estilo de cine no directamente religioso, sino "normal", me parece que ofrece más densidad de planteamiento que muchas películas confesantes. Y a mí ese cine real de temas reales, es decir, verdaderamente humanos (o sea, Dios) me parece estupendo. A ver si la va a ver Vd. y nos cuenta algo, como corolario a esto del cine religioso que nos está ofreciendo...
Querido Anónimo: Nunca un anonimato fue tan trasparente. Gran Torino. Una gran película (ahora que no nos oye De la Rica). Sin duda, forma parte de un gran grupo o metagénero del cine: aquellas películas que se acercan a lo religioso desde el drama humano. Es decir, todas. Por la afirmación y la apertura o por su negación y solipsimo. En Gran Torino nos encontramos con este drama desde el límite del deseo, la tentación fracasada del sueño americano y la recuperación del deseo perdido desde la superación de la soledad. Así, queda colmado el anhelo de pertenencia. Por cierto, el Sargento de Hierro, con esta película, ha hecho más por el sacramento de la penitencia que las predicaciones de muchos curas durante algunos -muchos- años. Un cordial saludo,
Muy interesantes sus conclusiones. Por cierto, el otro día tuve la oportunidad de ir al cine con unos buenos amigos y caimos en Gran Torino (C. Eastwood). Creo que nos gustó a los 3. Luego he leído críticas no tan entusiastas, pero en lo que se refiere al estilo de cine no directamente religioso, sino "normal", me parece que ofrece más densidad de planteamiento que muchas películas confesantes. Y a mí ese cine real de temas reales, es decir, verdaderamente humanos (o sea, Dios) me parece estupendo. A ver si la va a ver Vd. y nos cuenta algo, como corolario a esto del cine religioso que nos está ofreciendo...
ResponderEliminarQuerido Anónimo:
ResponderEliminarNunca un anonimato fue tan trasparente. Gran Torino. Una gran película (ahora que no nos oye De la Rica). Sin duda, forma parte de un gran grupo o metagénero del cine: aquellas películas que se acercan a lo religioso desde el drama humano. Es decir, todas. Por la afirmación y la apertura o por su negación y solipsimo. En Gran Torino nos encontramos con este drama desde el límite del deseo, la tentación fracasada del sueño americano y la recuperación del deseo perdido desde la superación de la soledad. Así, queda colmado el anhelo de pertenencia.
Por cierto, el Sargento de Hierro, con esta película, ha hecho más por el sacramento de la penitencia que las predicaciones de muchos curas durante algunos -muchos- años.
Un cordial saludo,