Jesucristo visto por el cine. Algunas conclusiones (y II)
Lewis, en El león, la bruja y el armario, muestra de modo alegórico la bondad y la belleza del acontecimiento salvífico por excelencia: la muerte redentora de Cristo, oculto bajo el personaje de Aslan. Si la visión de Jesús de Pasolini era una “jesuología” y la de Gibson una “cristología”, la de Lewis, llevada al cine por Adamson, constituye una “soteriología”. Es decir, una visión sintética de Cristo que tiene como misión salvar a la humanidad y recapitular todas las cosas creadas en Él. Y lo consigue. La escena a la que aludimos nos lo muestra. La muerte de Aslan reviste un halo de ritualismo y sacralidad: muestra todas las notas de un sacrificio “eucarístico” y “propiciatorio”. Gracias a él se puede pasar de un mundo en estado de caída, representado por el invierno perpetuo, a un mundo redimido: no a un verano perenne, sino a una restauración del orden, simbolizada por el ciclo de las estaciones.
Para concluir nuestra comparación, podríamos mostrar que existe una mayor cercanía entre las visiones de Jesús de Pasolini y Gibson, por una parte, y de Gibson y Lewis-Adamson, por otra. También, que existe una radical diferencia entre las plasmaciones de Pasolini y Lewis-Adamson. Estos extremos nos conducen a preguntarnos: ¿Cabe término medio? No. En ninguna expresión artística de la vida de Cristo o de la experiencia que de ella se tiene cabe la neutralidad. La imagen real de Cristo está en los Evangelios explicados por la Tradición viva de la Iglesia. La obra de los artistas, también la de los cineastas, constituye una reflexión subjetiva más o menos cercana a la realidad de Jesucristo.
Tras estas reflexiones surge una pregunta final. ¿Seguirán haciéndose películas sobre la figura de Jesucristo? Sí y todas ellas constituirán un acercamiento personal a Él, pero no definitivo. No resulta baladí confesar que si bien los Evangelios son inspirados, ninguna película gozará de esta prerrogativa. Toda película sobre Jesús tendrá una intencionalidad clara: la desmitificación, el arte por el arte, la confesión kerigmático-catequética u otras. Como las de Pasolini, Gibson o Lewis-Adamson. Si tuviéramos que decidirnos por una de ellas, sería por la última. La justificación de esta respuesta parte de una paradoja: a nuestro juicio, la alegoría de inspiración bíblica resulta más completa y creíble que una plasmación “in directum” del acontecimiento salvador en Cristo.
Después de estas reflexiones, lo que no resulta discutible es que una película sobre Jesucristo, con un adecuado tratamiento audiovisual, siempre funcionará. El motivo de esta afirmación es el carácter de la historia que se cuenta. O, ¿acaso la historia de Jesús no es “La Historia” por excelencia?
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