INFIDELS



Por fin un nuevo programa con un título "sugerente". Fue mi "sobresalto" diario de ayer y ha sido el de hoy. La "creativa y catalana" TV3 nos anuncia durante estos días en el "creativo y catalán" diario fundado por los Godó su nueva apuesta para el prime-time de los jueves. Empieza este mismo a las 22:10. INFIDELS.

El anuncio en papel no tiene desperdicio. Simula la portada de una revista de corte semanal para un público femenino (de momento, femenino). En ella aparece, como reclamo, una caso de la propuesta general. Si el título es Infidels, el titular es X és infidel. La X se sustituye el lunes por Montse Guallar y el martes por Aina Clotet. ¿Quiénes son? No lo sé, pero lo que importa es que son ¡infidels! No sé que pensarán sobre esta declaración sus padres (si viven), sus esposos (si los tienen), sus hijos (si sobreviven) o sus amigos (si los conservan). De momento, no penetreremos en el ámbito de las relaciones profesionales (me da miedo. el sistema puede hundirse).

"Infidels" es el plural del vocablo catalán "infidel" que significa "infiel". ¿Cómo una palabra tan negativa puede provocar una sonrisa en quien es calificado con ella? La Montse y la Aina manifiestan con su mirada una gozosa aceptación. Y al verlas, es cuando comprendo algo del problema que late tras el titulito de la serie en cuestión. Sí, ya sé que es sólo una serie y que es sólo publicidad, pero...

"Infidels" ha dejado de ser la negación de un bien, para significar algo deseable por sí mismo. Es la, bíblicamente maldita, inversión de los valores. ¿Cómo justificar la infidelidad de modo que resulte no sólo aceptable, sino digna de deseo? Sólo desde la fragmentación de la vida. La infidelidad es el valor más alto de los que conciben la vida como un proceso con término y no como un proceso con fin. "La vida se acaba", nos dicen. Es entonces cuando la duración humana deja de ser la conjunción de lo temporal con lo eterno y se convierte en la acumulación de instantes autónomos no susceptibles de inteligibilidad. Es el triunfo de una posmodernidad heredera de los historicismos y de los que, como Heidegger y Sartre, ven la esencia humana en la falta de esencia. O, lo que es lo mismo, adoptan el tiempo como la estructura en la que acontece, como un instante marcado por la nada, cada vivir humano.

La fragmentación, por desgracia, campa a sus anchas por nuestro siglo XXI. No hay más que ver la profusión de compilaciones de micro relatos y el interés que despiertan. O, más cerca de nuestro medio, la aparición del fenómeno del "micro blogging" con Twitter a la cabeza. Son dos expresiones de lo dicho.

Cuando la vida se fragmenta, los valores más obvios son la espontaneidad y la variedad. Si aplicamos estos valores a la vida entendida como sentimiento, obtenemos la infidelidad. Para una gran parte de la gente que deambula por los caminos del mundo, ante la multiplicidad de instantes inconexos, no cabe otra plenitud que la infidelidad. Cada instante se justifica a sí mismo en tanto que es vivido desconectado de los demás. Así no sólo desaparecen el pasado y el futuro, sino que el presente se agota en sí mismo y se nos va de las manos.

El elogio de la infidelidad es el triunfo de la deconstrucción y la fragmentación del vivir sobre la vida comprendida como conquista de la felicidad. Es la muerte del valiente y la victoria del temerario. Es la muerte del prudente y la victoria del precipitado y el inconstante.

Con el panegírico de la infidelidad destrozamos la historia. Desaparece la fidelidad y el presente; cae la gratitud y el pasado; muere la esperanza y el futuro. En definitiva, despojamos al hombre de su ser persona y de su personalidad, al tiempo que lo arrojamos en el abismo de lo meramente animal.

¿Habrán pensado en esto los responsables de la "creativa y catalana" TV3?

Comentarios

  1. Joder, tío, te habrás quedado calvo.

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  2. Pienso lo mismo que anónimo o que sino al menos deberías quedarte calvo!

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  3. Infidels en el fondo habla de "fidelidad", es decir de intentar ser fiel al propio proyecto de vida, sintagma éste muy contemporáneo.

    Lo difícil es conjugar la fidelidad a los deseos y necesidades del self con las construcciones y normativas sociales.

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