Solesmes



No han sido, ni siquiera, 48 horas. Sin embargo, me han parecido una Cuaresma: un momento oportuno que no quita, sino que da relieve, a la penitencia.

Compartiremos algunas impresiones. Desde ahora, invito a mis amigos Ángel y Raúl a completarlas:

1. Gáudium cum pace. Ya desde el viernes a las 7:30. Amplificado por la visión de la Civitas Dei y, por supuesto, por el canto del Iesus quadragenaruius y la ininterrumpida secuencia de salmos. Toda una perennis laus.

2. Emendationen vitae. Es una petición que surge espontánea al contemplar, por una parte y sujetos a límites, la duración simultánea e infinita del Espíritu Absoluto -del Dios Altísimo- y, por otra, la duración de los que, afectados de corporalidad, medimos el tiempo según un antes y un después, haciendo pasado y esperando futuro.

3. Spátium verae poeniténtiae. Eso es el cenobio. Que nadie se llame a engaño. El monasterio no es un Tabor, aunque tiene instantes de transfiguración. No es una Betania, aunque en él el pan sabe mejor. El monacato es penitencia. Por tener vocación monástica, no se anula la lucha más básica, la del espíritu contra los apétitos más primarios.

4. Grátiam et consolationem Sancti Spíritus. El Espíritu aletea sobre la Ciudad como aleteaba al principio sobre las aguas. Con una diferencia: ya ha sido donado. Por eso, se siente su absoluta y necesaria consolación.

5. Perseverántiam in bonis operibus (usque in finem). La que pide el que sabe que no la posee. La que espera el peregrinante. La que se suplica al Omnípotens et Miséricors Dóminus. El monje sabe de la crudeza de la tentación y de la pertinacia del Tentador. Y sabe más de la liberalidad de su Salvador.

Quizás, otro día hablemos de drama, de canto, de signos y de quironomía.

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