Aula Dei: el silencio que se va (I)
Cuando alguien se va definitivamente, queda el silencio. En este caso, no será así. Cuando se vayan, con ellos se irá el silencio. Aquel silencio que sedujo a Phillip Groening y que, después de tanto buscar, trasladó al mundo en forma de cine documental. El gran silencio, llamó a una película que conmovió a muchos.
Son pocos los lugares del mundo que tienen la suerte de contar con una Cartuja. Unos reductos que, desde el siglo XII, forman parte del patrimonio intangible de la humanidad. Zaragoza cuenta con una de ellas. Se llama Aula Dei y corre peligro. Los monjes son pocos; el monasterio, grande. Que es insalubre, lo digo yo. Ellos, su Prior, también se quejan de que su vida está amenazada por ruidos mezquinos que llegan desde el mundo. Han buscado un lugar mejor. En el valle de Ezcaba (Ezcabarte, dicen los del lugar), alguien les ha donado unos terrenos junto al Señorío de Náguiz.
Si se van, se nos irán muchos bienes. Los cartujos siempre han presumido de permanecer fieles a sus orígenes. De hecho, el adagio latino que sintetiza esta verdad ha pasado a formar parte de la retórica y del haber de los filólogos clásicos: Carthusia nunquam reformata, quia nunquam deformata. La Cartuja nunca ha sido reformada, porque nunca ha sido deformada. Que sea tal cual, es un privilegio universal para nuestro tiempo que, sin mediación, puede ver un testimonio vivo de lo medieval.
Algunos han levantado su voz para exigir de las instituciones de nuestro gobierno aragonés todo el empeño para forzar a los cartujos de Aula Dei a no llevarse las obras de arte. Son los que se oponen al trasvase del Ebro y los que piden el retorno de los bienes de la diócesis barbastrense y que, contra todo derecho, permanecen en el Museu de Lleida. Pero pensemos: goyas hay muchos. Los hay en colecciones privadas, en edificios de la Iglesia cesaraugustana, en museos públicos y privados. De hecho, es altamente improbable que los cartujos se lleven sus magníficos frescos de Goya (porque son suyos: los encargaron, los pagaron y, tras su vuelta, después de la demagógica Desamortización, los volvieron a comprar). Clamar sólo por esto es olvidar lo distintivo. Quienes centran sus reivindicaciones en el patrimonio tangible no han caído en la cuenta de que lo realmente auténtico y genuino de la Cartuja es la vida de los cartujos. Si pensamos en ello, probablemente entendamos que se nos va el silencio.
Es curioso que, cuando Zaragoza quiere ser pionera en España y Europa en la defensa de la ecología acústica, callemos ante la desaparición de un lugar de referencia para el silencio. Porque en la Cartuja se toca ese gran silencio que no se deja avasallar por el ruido. Si se van, no quedará el silencio: quedará nada. Nada: la historia volará como los recuerdos y el ruido dejará de comprenderse como relativo al silencio, para ser la razón explicativa del todo personal, social y urbano de los zaragozanos. Y junto a la palabrería, el silencio que nos hace íntimos dejará de marcar su contrapunto. Ese silencio que da relieve y ritmo a los sonidos.
Aragón perderá en humanidad y pronto olvidaremos el testimonio de aquel cartujo que, en su humildad, firmó como tal: "Mirad. Silencio y desierto rodean mi vida. Mirad, no tengo ni esposa ni hijos, muros encierran mi celda. Dialogar no es mi ocupación: Dios me encadena a su silencio". Y cuidado: no hablan con palabras, pero sus voces aturden al mundo.
En este mundo actual solo prima el estruendo del dinero... parece que las cosas del pasado solo sirven para olvidarlas... que lástima.
ResponderEliminarAparte de que me han conmovido tus palabras y, a un tiempo enfadado por su motivación, no puedo menos que rezar por ellos. Gracias
ResponderEliminarGracias a los dos por comentar. Ciertamente es una gran pena. Ya no va a quedar vida monástica masculina en Aragón. Es cerrar y olvidar una parte gloriosa de nuestra historia. Amén, de un empobrecimiento espiritual grandísimo.
ResponderEliminarYo te leía: ¿qué es más difícil leer o escribir? Creo que es más difícil leer, decías. Pero, pienso que todavía es más complicado ser sencillo: ser manso y no dejar paso a la rabia, apostillabas. Ellos han decidido, seguro que han rezado y han meditado, eso lo aprendí de ti. Sólo han seguido su camino... en silencio, tal vez nosotros también deberíamos aprender de ellos. Nada se ha perdido. Pax. Pax in aeternum.
ResponderEliminarMire el primero por la izquierda es Dom José Mª; yo lo quería mucho. Y amaba también la cartuja de Aula Dei... y ya no estarán los cartujos. Es triste.
ResponderEliminarSaludos