Física y Química
He preguntado a una antigua alumna qué tal Física y Química y me ha respondido que interesantísima. Para mis adentros, he pensado "¡qué entrega a los estudios!. La chica ha continuado diciéndome no sé qué de Blanca, de Martín y de Berto y de una boda. Yo he intuido que no estábamos hablando de lo mismo. Cuando ha dicho Antena 3, lo he entendido todo. Física y Química ya no existe. Existe Física o Química, pero no es ya una asignatura -la asignatura más temible para muchos como yo-, sino la serie española de televisión que más engancha a la chavalería de hoy.
Lo mismo pasa con Google. Le preguntas y, en primer lugar y sin anestesia, te habla de la dichosa serie de ficción. He ido a la página de Antena Nova a la que me remitía el buscador y he conseguido hacerme un poco a la idea de la trama y del sentido desde el que se aborda. Amén, de informarme de cómo puedo vestir y maquillarme como los personajes de Física o Química. También de cómo puedo conseguir la manta de viaje de FOQ (sic). Interesantísimo.
En el mismo día, pero en estancias distintas, he estado repasando las primeras lecciones acerca de la historia del periodismo en España. Fueron los ilustrados los que, desde sus publicaciones periódicas de crítica de costumbres, comenzaron a plasmar por escrito y a difundir a través de la prensa el carácter nocivo de determinadas costumbres tan españolas como los toros y los autos sacramentales. No voy a hablar de los toros. No sé de ello ni remotamente. Aunque la fiesta me causa cierta simpatía. Sin embargo, sí diré algo de los autos sacramentales. Si Trento los expulsó de los templos, los ilustrados españoles se empeñaron en desterrarlos de la conciencia colectiva y del imaginario común de sus paisanos, desgraciadamente, menos formados o sin formar. El auto sacramental iba directamente contra la razón. De hecho, decían, se fundaba en la sin razón y en la barbarie del dogma inculcado por la oscura Iglesia y aceptado acríticamente por un pueblo que , de espaldas al verdadero saber, mancillaba la nobleza natural del ser humano. ¿Consiguieron acabar con los autos? A corto plazo, sí. A largo, el fracaso ha sido estrepitoso, porque no sólo se siguen representando de un modo magistral en los mejores teatros y en las más grandes ocasiones, sino que también se estudian en las universidades y a ellos dedican su tiempo algunos de los más imponentes catedráticos. Para muchos, el auto sacramental es una de las formas más bellas de expresión literaria y, por tanto, artística de la genuina cultura española. Una expresión de la razón y de la libertad de los habitantes de esa gran parte de Iberia.
Física o Química se recibe tan bien entre nuestros adolescentes y jóvenes, como se recibían los autos sacramentales en la Edad Moderna en España. No falta quien, como los ilustrados hispanos, dice que una serie de estas características licua el seso de los que la ven. Yo digo que una serie así contribuye a desmontar los fundamentos de la persona humana. ¿Por qué? Si bien es verdad que en España hemos alcanzado una alfabetización prácticamente universal, no es menos cierto que, de forma paulatina y gracias, entre otros factores, a nuestras sucesivas leyes educativas, hemos llegado a una situación de minimalismo ético extravagante. Utilidad y ausencia inmediata de dolor son los ejes sobre los que pivota el común sentir -que no razonar- de nuestros compatriotas. Para vivir así, es necesario desplazar lo moral de lo realmente importante a lo trivial. La serie en cuestión es un ejemplo palmario.
¿Qué dirán de Física o Química los estudiosos de dentro de dos siglos? Probablemente que se trataba de un producto para adormecer conciencias. Un producto que se administraba a adolescentes soñadores, después de, que en su infancia, se les hubiese habituado a desayunar viendo los dibujos animados. En definitiva, un medio para acostumbrar a no pensar. Pensar siempre ha sido peligroso. ¿Hay que prohibir FOQ? No. Hay que enseñar a pensar.
Lo mismo pasa con Google. Le preguntas y, en primer lugar y sin anestesia, te habla de la dichosa serie de ficción. He ido a la página de Antena Nova a la que me remitía el buscador y he conseguido hacerme un poco a la idea de la trama y del sentido desde el que se aborda. Amén, de informarme de cómo puedo vestir y maquillarme como los personajes de Física o Química. También de cómo puedo conseguir la manta de viaje de FOQ (sic). Interesantísimo.
En el mismo día, pero en estancias distintas, he estado repasando las primeras lecciones acerca de la historia del periodismo en España. Fueron los ilustrados los que, desde sus publicaciones periódicas de crítica de costumbres, comenzaron a plasmar por escrito y a difundir a través de la prensa el carácter nocivo de determinadas costumbres tan españolas como los toros y los autos sacramentales. No voy a hablar de los toros. No sé de ello ni remotamente. Aunque la fiesta me causa cierta simpatía. Sin embargo, sí diré algo de los autos sacramentales. Si Trento los expulsó de los templos, los ilustrados españoles se empeñaron en desterrarlos de la conciencia colectiva y del imaginario común de sus paisanos, desgraciadamente, menos formados o sin formar. El auto sacramental iba directamente contra la razón. De hecho, decían, se fundaba en la sin razón y en la barbarie del dogma inculcado por la oscura Iglesia y aceptado acríticamente por un pueblo que , de espaldas al verdadero saber, mancillaba la nobleza natural del ser humano. ¿Consiguieron acabar con los autos? A corto plazo, sí. A largo, el fracaso ha sido estrepitoso, porque no sólo se siguen representando de un modo magistral en los mejores teatros y en las más grandes ocasiones, sino que también se estudian en las universidades y a ellos dedican su tiempo algunos de los más imponentes catedráticos. Para muchos, el auto sacramental es una de las formas más bellas de expresión literaria y, por tanto, artística de la genuina cultura española. Una expresión de la razón y de la libertad de los habitantes de esa gran parte de Iberia.
Física o Química se recibe tan bien entre nuestros adolescentes y jóvenes, como se recibían los autos sacramentales en la Edad Moderna en España. No falta quien, como los ilustrados hispanos, dice que una serie de estas características licua el seso de los que la ven. Yo digo que una serie así contribuye a desmontar los fundamentos de la persona humana. ¿Por qué? Si bien es verdad que en España hemos alcanzado una alfabetización prácticamente universal, no es menos cierto que, de forma paulatina y gracias, entre otros factores, a nuestras sucesivas leyes educativas, hemos llegado a una situación de minimalismo ético extravagante. Utilidad y ausencia inmediata de dolor son los ejes sobre los que pivota el común sentir -que no razonar- de nuestros compatriotas. Para vivir así, es necesario desplazar lo moral de lo realmente importante a lo trivial. La serie en cuestión es un ejemplo palmario.
¿Qué dirán de Física o Química los estudiosos de dentro de dos siglos? Probablemente que se trataba de un producto para adormecer conciencias. Un producto que se administraba a adolescentes soñadores, después de, que en su infancia, se les hubiese habituado a desayunar viendo los dibujos animados. En definitiva, un medio para acostumbrar a no pensar. Pensar siempre ha sido peligroso. ¿Hay que prohibir FOQ? No. Hay que enseñar a pensar.
Mi querido hermano:
ResponderEliminarNO escribo ahora para alabarte, sino para reclamarte. Sí, porque visito tu página estos días esperando una reflexión de las tuyas...serena y llena de tino, ante la desoladora, tristísima y secular noticia del abandono "¿definito?" de la Cartuja de Aula Dei. Lo que no consiguió la desamortización, la guerra civil, lo ha conseguido...¿el demonio?, se nos va la única comunidad contemplativa de varones de Zaragoza. ¡Dios mío que trajedia!, pero a los snobs estúpidos, secularizados y secularizadores sólo les importa qué va a pasar con el edificio. Confieso que soy de lágrima fácil, pero se me encoge el corazón ante el fantasmagórico aspecto que puede presentar tan imponente homenaje a la Vida en solo Dios, sin nada más. Me atrevo a decir, proféticamente: ¡Ojalá cuando el último monje de la Cartuja ponga su pie fuera de ese monumento al silencio, cuando la negra sombra del blanco y austero hábito cartujano deje de rozar la solemne puerta de entrada al paseo de los rosales, se resquebraje el edificio desde el vértice de la torre mudéjar hasta el último de los establos; y recobrando Yahvé Sebahot la potencia de los días de Elías, mande fuego desde el cielo y consuma en cenizas ese eremitorio, para que no quede reducido a la fría y perfecta reconstrucción de un museo que sea recuerdo de un pasado que nadie, absolutamente nadie, excepto los predilectos puedan entender al mirar la magnificencia de una obra que se hizo no para que la vieran los hombres sino para que Dios estuviera a gusto y allí hablara al corazón de los que decidieron callar para siempre.
Perdona, hermano, pero escribo a golpe de corazón y la mezcla de tristeza y de ira me hace verter en tu rincón algo que sólo sé que van a entender los que lean tu gruta cibernética, donde se pueden encontrar los veneros de agua pura de la inteligencia y la razón.
Escribe algo, por Dios, y ayúdame a superar esta agonía espiritual que me llega en la distancia al conocer esta noticia.
A Deo solus, omnis Gloria.
¿Perdonar? Si no he escrito antes es por que no encajaba la cuestión. Ya lo he hecho: el escribir, no el aceptar. No obstante, seguiré escribiendo. Tengo algunas pegas que te comentaré más o menos privadamente. Un abrazo
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