Tomás Gómez y la última payasada

El capitoste mayor del Partido Socialista de Madrid (PSM), Tomás Gómez, debería renunciar automáticamente a tal cargo, recluirse en el silencio de su profesión y limitarse, cada cuatro años, a votar sin hacer ningún tipo de declaración pública. Hoy se ha mostrado como un populista demagógico y perverso engañador. No se le ha ocurrido otra cosa que pedir a la Iglesia Católica que renuncie a un tanto por ciento de la "dotación que recibe por parte del Estado". Ya estamos. La Iglesia no recibe nada del Estado, sino que con su trabajo desinteresado contribuye al bien de éste. Y no sólo ayuda al bien del Estado como aparato gubernativo y burocrático, sino que hace posible en gran parte el bien público de todos los españoles: los que sin ser Estado hemos de ser servidos por él.

¿Por qué digo esto? En primer lugar porque el interfecto miente como un bellaco. El Estado no da nada a la Iglesia Católica, sino que, en virtud de unos acuerdos internacionales -pero sobre todo respetuosos con la realidad, la prudencia y la historia-, se limita a transmitir a la Conferencia Episcopal Española aquella cantidad de dinero que los españoles contribuyentes en el pleno ejercicio de su libertad deciden dedicar a tal fin.

En segundo lugar, porque la Iglesia ya dedica la mayor parte de sus ingresos -que vienen por parte de los fieles y de muchas otras personas que confían en ella- a hacer lo que el Gobierno debería. Cuando hay crisis, y crisis de la monumentalidad de la actual, el pobre acude a solicitar al Estado lo que en justicia le corresponde y, cuando no obtiene respuesta, va a su parroquia a que le den en caridad lo que por designio bondadoso de Dios le es debido. Es decir, lo que el Gobierno y la Administración hacen mal y tarde o, incluso, no hacen; lo hacen los católicos gratis et amore, rápida y excelentemente.

En tercer lugar, porque engañar al pueblo con semejantes argumentos supone que el líder socialista en cuestión piensa que los votantes madrileños son tontos y fácilmente manipulables. De este modo, lo único que hace es lanzar una profecía de lo que será su patética gestión pública si algún día, Dios no lo quiera, se convierte en el presidente de la Comunidad de Madrid. Capacidades para gobernar en democracia no tiene. Para ser un tirano, parece que sí.

Por último, hay que decir que todo el clero de las distintas diócesis españolas, además de no llegar a ser mileurista, ha esperimentado este año la congelación de su asignación salarial.

Don Tomás, váyase con el cuento a otra parte. No nos creemos que usted y su partido vayan a gestionar los recursos mejor que la Iglesia Católica. Usted tampoco se lo cree: sea sincero, por favor. Si el Partido Socialista, en cualquiera de sus asambleas locales y autonómicas, quiere aprender de humanidad, que mire a los católicos -fieles y jerarquía-. Aprenderá lo que es ser benéfico para todos y cada uno de los que habitamos este mundo.

Para justificar con datos económicos estas opiniones, me remito sin más a dos escritos anteriores:

Una ley para la colaboración

Una nube de cenizas...