Diacronía, sincronía, ¿ucronía?

ZARAGOZA (29.11.2013). Fue conmovedor. Ver unidos hasta físicamente a Pedro y a Francisco en la misa de clausura del Año de la Fe es una de esas imágenes que se quedan grabadas en la retina de cualquier persona con sensibilidad espiritual, y en la retina de los fondos fotográficos y documentales sobre los que se escribirá la historia a la vuelta de unos pocos años.

Permítanme que recree la escena: una mañana de domingo de fines de noviembre; clausura del Año de la Fe; la sagrada eucaristía; tras la homilía, un diácono acerca al último de los papas -Francisco- una arqueta que contiene ocho fragmentos óseos de aquel pescador de Galilea que fue elegido por Jesús piedra de la iglesia: las reliquias del primero de los papas -Pedro; y entonces, el credo. Un credo más que rezado: ¡cantado! Y el que canta, reza dos veces. Allí estaba toda la iglesia: esa imagen superó los límites impuestos por el espacio (las fronteras naturales y las creadas por los seres humanos) y los límites impuestos por el tiempo (ciclos de años y siglos de vidas que transcurren entre el nacimiento y la muerte… generaciones).

Francisco y Pedro: la iglesia de la tierra y la del cielo, la peregrina y la triunfante, unidas en la fe. Pues la fe es Cristo y él es el mismo “heri, hodie et semper”: ayer, ahora y siempre.


¿No les parece sublime? Pues esta es la fe de la iglesia, que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro. La del bautismo.


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