Ideología de género (VIII)


Ha llegado el momento de proponer una alternativa. Quizás es un poco más complicada de explicar, porque no abusa del sensacionalismo propio de la Ideología de género. No obstante, aquí están sus bases (por cierto, la naturaleza está de nuestra parte):

III. Identidad y diferencia sexual

Ante los equívocos generados por la ideología de género y la llamada revolución sexual, se hace pertinente analizar el significado del binomio identidad/diferencia. Estas dos categorías o nociones —contrapuestas a las de igualdad/diversidad y afirmadas por la ciencia— permiten expresar profunda y certeramente la relación que existe entre varón y mujer.

Identidad busca expresar la unidad del humanum —en la medida que es permitido por la carga de misterio que posee—, dentro de la cual se comprende la diferencia entre varón y mujer como expresiones distintas del mismo ser persona. Identidad/diferencia permiten mostrar la realidad de varón y mujer como intrapersonal, como interior al ser humano. La diferencia natural, que no rompe la identidad humana, se manifiesta en las peculiares relaciones entre ambos. Por el contrario, igualdad implica necesariamente la existencia de distintas realidades irreconciliables y separadas que no tienen un origen común y que se comprenden como esencial y genéricamente diversas. La diversidad jamás puede construir unidad. La realidad del ser humano queda reducida a la multiplicidad y a la pluralidad de lo dividido. Igualdad/diversidad circunscriben la díada varón/mujer a lo interpersonal, menospreciando lo interior e íntimo de cada persona.

El cardenal Scola, en su libro Identidad y diferencia, muestra como “en sentido propio el territorio de la unidad no queda abandonado con la diferencia”. De modo que la diferencia no aparece como una oposición dialéctica, sino, más bien, como la posibilidad de apertura radical al otro. La distinción varón y mujer aparece entonces no como biodiversidad o psicodiversidad, sino como rasgo constitutivo del humanum unido indisolublemente al don de sí y de la vida. Esta rica realidad se conjuga en el misterio nupcial que, lejos de ser una realidad privada, da origen a la familia.

El binomio identidad/diferencia describe satisfactoriamente los rasgos característicos de la sexualidad humana. Permite pensar al hombre/mujer en la clave personal adecuada a la categoría teológica de la imago Dei. Juan Pablo II lo expuso de este modo en sus catequesis sobre la teología del cuerpo: “La definitiva creación del hombre consiste en la creación de la unidad de dos seres. Su unidad denota, sobre todo, la identidad de la naturaleza humana, mientras que la dualidad manifiesta lo que, con base en tal identidad, constituye la masculinidad y la feminidad del hombre creado” (Catequesis IX).

Desde un punto de vista filosófico, hombre/mujer muestra, a nivel de la antropología, el principio ontológico de la unidad dual: “dentro de la realidad contingente, la unidad se da siempre dentro de una polaridad”. Este principio —atendiendo siempre a la reflexión de Scola— permite también explicar otros dualismos constitutitos del ser humano: alma/cuerpo e individuo/comunidad. Al mismo tiempo, desde el principio de la diferencia, podemos ver la diferencia sexual como originaria y no deducible y que permite, iluminados por la relación ontológica entre ser y ente, afirmar que entre el varón y la mujer hay una diferencia y una inseparabilidad.

¿Qué supone para el hombre aceptar la diferencia sexual como constitutivo genuino de su ser? En primer lugar, supone una constatación elemental: el hombre existe siempre y sólo como varón o como mujer. Al mismo tiempo, se debe afirmar que ningún varón y ninguna mujer puede agotar en sí a todo el hombre. De este modo, podemos fundar la dimensión relacional de la persona como necesaria y propia. En segundo lugar, muestra que la relación entre lo masculino y lo femenino se caracteriza como relación de identidad y diferencia. No se puede reducir la sexualidad a un problema de roles. Bajo este aspecto, la ideología de género resulta sumamente tendenciosa, insuficiente e inadecuada. En tercer lugar, y desde un punto de vista teológico, la diferencia sexual aparece como perteneciente a la naturaleza original del ser creado por Dios y permite comprender la categoría de communio como apertura, desde lo radical del ser personal, al otro. Por último, supone descubrir en el misterio nupcial una dimensión esencial de la naturaleza del hombre.

Se puede concluir esta exposición sumaria sobre la diferencia sexual a partir de la reflexión sobre el matrimonio del cardenal Scola, haciendo notar que “el hombre y la mujer no son dos mitades destinadas a fundirse para volver a componer la unidad primaria” sino que su diferencia muestra una “reciprocidad asimétrica” capaz de fundamentar sólidamente la relación entre ambos sin destruir la unidad del yo mismo.

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